lunes, 20 de junio de 2011

Minino Bravo



Don Michi era un gato horrendo. Tenía el cráneo pelado y unos modales abominables a la mesa, por no hablar de su distraída moral y su talante lascivo. Su dueña gustosamente lo hubiera dejado en una cesta a la puerta de un convento o lo hubiera donado al carnicero del barrio, de no haber resultado el felino un brillante genio de las finanzas que hizo acumular a su propietaria pingües beneficios especulando en los mercados bursátiles. El dinero no hizo a Don Michi mejor persona, ni mejor gato, pero con un Rolex de oro en la muñeca uno puede conseguir la atención de mucho público, y Don Michi ronronea ahora en el regazo de la alta sociedad y las gentes pudientes, que ríen sus estruendosas y fétidas ventosidades como la más ingeniosa de las ocurrencias, y alaban y repiten sus chistes verdes sobre monjas y enanos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Está claro que el dinero ayuda a que, aunque seas ominoso, consigas un séquito de adoradores lameculos que te siguen a todos lados y te limpian los cagaos que vas dejando por doquier. Y más en el caso de Don Michi, que bien sabe Hulk de donde saco sus conocimientos de economía bursátil. Porque así es, caballero, Don Michi es la reencarnación de Truman Capote que rima con cipohastaquipuedoleer.

Hombre Malo dijo...

Don Michi muchas veces escupe bolas de pelo. Y las bolas de pelo suelen ser de pelo de bolas. Creo que a todos nos pasaría igual, y eso hace a Don Michi muy humano, ominoso, pero muy humano.